“Es mejor escribir para sí mismo y no tener público, que escribir para el público y no tenerse a sí mismo”

Cyril Connolly

sábado, 23 de julio de 2011

A Los Exploradores del Universo.



Los buscadores incansables de la luz suelen tener que sortear toda clase de escollos en el afán de conseguirla, la vida en general no es sencilla, para estos seres más aun, pues el sentir de su espíritu los lleva más allá de las vicisitudes cotidianas. Tienen la fuerza del guerrero y la luz del espíritu que los guía a cada paso, poseen la regla  de aprender de cada error. Cada paso del guerrero marca el camino por el que otros han de venir, otros que lo ven emprender el vuelo temerario hacia el vacio, donde en algún momento podrán alcanzarlo.

En alguna situación en que todo parece estático nunca es así, solo repone fuerzas para el próximo paso, la evolución tiene sus tiempos y la comprensión de esto también le compete en el camino. Los tiempos en que mira hacia atrás sirven para tomar fuerza de los obstáculos superados y para ver en su reflejo la cara de sus hermanos.

Comprende que si bien es un camino solitario, no está solo, pues forma parte de la existencia colectiva de la humanidad y del universo que lo engendro, donde pertenece a una unidad mayor. Viaja por el mundo en una absoluta libertad de esquemas y condicionantes, guiándose por su intuición y su sabiduría desde la sencillez y la inocencia que lleva como equipaje.

Muere una y otra vez desde el dolor que es necesario para cualquier transformación, resurgiendo de las cenizas de lo que una vez fue y ya no será más, a causa de que su conciencia se ha expandido.

En una instancia del camino se da cuenta que siempre fue lo que estaba buscando, que solo debía dejarlo ser y que el trayecto solo le indicaba sus limitaciones producto de una ilusión creada por la mente que pretende encasillar dentro de parámetros rígidos una conciencia cósmica.
 El caminar ya lo hace a partir de una altura diferente de donde empezó, se toma su tiempo, observa, juega, como malabarista transita entre los obstáculos, no los evade ni se resiste, cumple con su función dentro de la creación que también es la propia.

Termina siendo un creador consciente de su realidad de vida, donde distingue con maestría y exactitud lo real de la ilusión pasajera y guarda en su interior toda la luz que fue recogiendo en el trayecto andado, la suya y la de otros que con seguridad vendrán después como también de los que ya llegaron antes. 

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